Mecanismos alternativos de solución de conflictos: palabreros y mamos velan por la paz
Los acuerdos verbales y el honor de la palabra son prácticas comunes en los pueblos wayuus y arhuacos que habitan en la Sierra Nevada de Santa Marta y en La Guajira, en donde la guía de un conciliador, árbitro, negociador o mediador encuentra una solución equitativa, rápida y eficaz a sus desavenencias, generando así una nueva alternativa que aporta una respuesta particular para resolver los conflictos que se generan en una comunidad. Su principal objetivo es preservar la paz y la tranquilidad material y espiritual en sus comunidades.
Así lo concluye la abogada María Claudia Gómez Villarreal en
su tesis para la Maestría en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia
(UNAL), tras analizar el papel del pütchipü’ü (en lengua wayuunaiki) o
palabrero (en castellano), que según el Plan Especial de Salvaguardia del
Sistema Normativo Wayuu se define como “el pensador de lo pacífico y el que
lleva consigo la palabra pacificadora”.
“Esta persona se caracteriza por ser especialista en la
solución de conflictos y disputas en todo el orden social; pone al servicio de
toda la comunidad su capacidad para persuadir, con el único propósito de evitar
violentas acciones guerreras entre clanes”, detalla la experta.
Entre sus virtudes predomina un repertorio de palabras que
en primera instancia llevan al diálogo y al entendimiento, así como al arreglo
y al pago de compensaciones, restableciendo la armonía social a través de la
conciliación y la reconciliación. En otras intervenciones promueve la paz, la
convivencia, el progreso y los lazos que fortalecen la hermandad.
Según el Ministerio de Cultura, el palabrero tradicional
cultiva hábitos que corrigen actitudes mediante consejos y prácticas de
comportamientos éticos y morales, con los cuales ha promovido históricamente la
armonía social del individuo en la sociedad wayuu.
Así mismo, la abogada estudió a los mamos –o padres
espirituales– de las comunidades arhuacas, quienes transmiten las leyes
“mayores” utilizando un sistema de autoridad tradicional para enseñar los
preceptos de su cosmovisión.
“Para ellos el conflicto es desequilibrio y desarmonía entre
los hombres, la naturaleza y el universo, y a su vez la crisis espiritual es
conflicto en donde no hay paz ni armonía”, comenta la magíster Gómez.
La organización política de la comunidad arhuaca –también
denominada internamente como Iku– está dividida en dos grupos de autoridades
fácilmente reconocibles. El primero son las autoridades tradicionales
específicas, constituidas por una serie de mamos (mayores y menores)
especializados en actividades tradicionales –rituales del ciclo de vida,
bautizo de casas, médicos de diferentes enfermedades, entre otras– y
distribuidos según los centros de población.
Al comparar cómo resuelven sus conflictos estos pueblos
indígenas frente a los que cuentan con el sistema jurídico colombiano, la
investigadora concluye: “la implementación de los mecanismos alternativos de
solución de conflictos ha venido creando entre los particulares que acuden a
ellos una cultura que fomenta el entendimiento de las partes a través del
diálogo y la tolerancia, aceptando las diferencias y evitando acudir a una
justicia ya abarrotada de procesos cuyo andar se torna paquidérmico en virtud
de la imposibilidad de contar con medios y personal suficiente para atender los
miles de procesos judiciales en los que no agotaron esos mecanismos
alternativos”.
Producto de esta investigación se constata que la aplicación
de los sistemas normativos propios de las comunidades étnicas wayuu y arhuaca
no solo tienen por objeto conservar su cosmogonía o practicar y preservar sus
usos, costumbres y tradiciones, pues además la aplicación de dichas normas en
la solución de sus conflictos obedece en gran medida a la necesidad de
preservar la paz y tranquilidad material y espiritual en sus comunidades,
familias y clanes que las componen.
“Nuestros indígenas wayuu y arhuacos son ejemplos vivos de
la efectividad de sus sistemas: la erradicación diaria de conflictos internos
sobre la base del uso de la palabra, de la restauración, sin cumplimiento de
penas privativas de la libertad, pero sí de pagamentos en unos y de cobros y
pagos en otros, del reconocimiento oral y público de su grado de responsabilidad”.
“Los mecanismos de solución de conflictos de estas etnias
propenden por el bien común antes que el individual, con el fin de que nada
interfiera en la búsqueda de las metas de su comunidad, teniendo en cuenta que
puede haber diferencias de valores y expectativas entre personas”, concluye la
investigadora.
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