Sin nuevas generaciones dispuestas a aprender el arte de la filigrana se afectaría la economía de Mompox

 La paciencia es el hilo que mantiene viva la tradición del arte de la filigrana, herencia viva de Mompox (Bolívar) que trasciende generaciones. Con cada hilo de plata tejido a mano, los artesanos no solo crean joyas únicas, sino que además fortalecen la identidad cultural y económica de la región. Sin nuevas generaciones dispuestas a aprender y conservar esta técnica se perdería una fuente valiosa de ingresos y una conexión profunda con sus raíces.

El arte de tejer hilos de oro y plata, que ha dado identidad a este municipio bolivarense declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, afronta el desafío de preservar su legado ante un mundo cambiante.

La artista plástica Gwendy Bibiana Rozo Vargas, egresada de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), centró su investigación en la histórica técnica de la filigrana momposina, una tradición joyera que data de la época colonial (siglo XVI) cuando la orfebrería llegó a América de la mano de los españoles.

La filigrana ha sido y sigue siendo una fuente importante de ingresos para Mompox; gracias a ella Bolívar le aporta al PIB nacional 56.626 millones de pesos, según el DANE. Hoy la práctica de este oficio enfrenta el desafío de atraer a las generaciones de jóvenes, quienes tienen opciones de empleo y educación en otros campos.

Sin embargo, a través de iniciativas de conservación cultural y programas de formación, Mompox trabaja por preservar esta tradición, asegurando que la filigrana siga siendo un emblema de su historia y cultura, al tiempo que impulsa el turismo y la economía de la región.

Durante su estancia, la investigadora profundizó en el arte de la filigrana y exploró la importancia de los saberes tradicionales y cómo estos conectan con conceptos como la paciencia y el ritmo pausado de la vida en este territorio.

“Trabajé en los talleres de joyería por las mañanas, y por las tardes visitaba a un alfarero local para entender su oficio”, relata la artista y destaca el enfoque comunitario de los talleres, muchos de los cuales son gestionados por familias que han transmitido estos conocimientos de generación en generación.

En su investigación describe su experiencia de “navegar la vida con paciencia”, una metáfora que surgió de la relación entre los oficios locales y la tranquilidad de las aguas que rodean esta isla fluvial del río Magdalena.

“La filigrana momposina tiene un fuerte vínculo con el pasado colonial de Colombia. Durante siglos Mompox fue un importante puerto desde donde se transportaban metales preciosos para la Corona española. Este legado dejó una rica tradición en el arte de trabajar la plata y el oro con una delicadeza y minuciosidad impresionantes”, explica la investigadora.

Uno de los momentos más destacados de su residencia fue conocer a la familia Herrera, compuesta por mujeres que lideran uno de los talleres de filigrana más importantes del municipio.

“Aunque tradicionalmente este arte ha sido dominado por hombres, estas mujeres heredaron el conocimiento de su padre, quien rompió la tradición al enseñarles. Esta familia ha mantenido la tradición viva y adaptada a los tiempos modernos, algo esencial para la preservación de estos saberes ancestrales”, comenta.

Entender la paciencia por medio de la alfarería

También observó que la paciencia es esencial en el proceso de aprendizaje de la filigrana. Uno de los métodos utilizados para medir la paciencia de los aprendices consistía en hacerles batir agua durante horas, un ejercicio destinado a inculcar la perseverancia necesaria para trabajar en este minucioso arte.

“Lo que más me fascinó fue ver cómo estas técnicas ancestrales aún resuenan con una profunda conexión cultural y también con el territorio. Las ciénagas y aguas tranquilas de la región son un reflejo del ritmo pausado de los oficios tradicionales”, reflexiona la artista. Durante su estancia documentó no solo los procesos artesanales sino también los paisajes y las interacciones con los artesanos, creando una especie de “cartografía emocional” de esta experiencia.

El resultado final de su investigación fue una serie de fotografías, videos y textos que narran su inmersión en esta comunidad artesanal. A través de su proyecto, la artista espera visibilizar la importancia de estos oficios tradicionales y la necesidad de preservarlos, apoyándolos con nuevos enfoques de diseño y creatividad bajo el sentimiento de la paciencia.

Si las generaciones jóvenes no se interesan en aprender y practicar la filigrana se corre el riesgo de que esta práctica se pierda, y que con ella también se desvanezca un patrimonio invaluable de la historia. La desaparición de la filigrana significaría no solo una pérdida económica para las comunidades que dependen de esta técnica, sino también una fractura en el tejido cultural que define y enriquece a la región.







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