Desaparecen las casas tradicionales de Cabrera ante la falta de protección
El municipio de Cabrera (Santander) guarda en sus casas de barro, sus techos de madera y sus calles empedradas, una memoria campesina que se desvanece entre el abandono, la falta de políticas de conservación y la llegada de la arquitectura moderna. Hoy su patrimonio arquitectónico vernáculo —ligado al uso de materiales locales como piedra y tierra— está en riesgo de desaparecer.
Magda Ballesteros, habitante del municipio, ha sido testigo
de cómo las viviendas tradicionales de paredes blancas se han venido abajo por
falta de recursos y mantenimiento.
“Para la gente es más fácil dejar caer y levantar con
ladrillo. Además ahora es muy difícil encontrar personas que trabajen el
barro”, comenta. Su casa, una de las pocas que conserva elementos originales,
aún refleja la cultura campesina heredada por generaciones.
Según el arquitecto Augusto Caballero, magíster en
Conservación del Patrimonio Cultural Inmueble de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL), esta arquitectura vernácula responde a saberes locales
transmitidos por generaciones.
“Son formas propias de habitar, construidas con lo que se
tiene a la mano, adaptadas al clima, al territorio y a las costumbres”. Entre
los materiales tradicionales que él identifica para la región están la piedra
arenisca amarilla, la tierra húmeda, las maderas y la arcilla cocida, utilizada
para las tejas.
En su investigación, el arquitecto caracterizó 23 viviendas
del casco urbano y de veredas como El Centro, El Hoyo, San Pedro, El Oval, La
Llanada y Bócore, y generó uno de los pocos inventarios existentes del
municipio. El resultado: cerca de 200 edificaciones —algunas con más de 150
años— que aún conservan características tradicionales.
Según su análisis, estas casas comparten tres tipos de
espacios: áreas abiertas conectadas con el entorno, galerías semiabiertas que
bordean las viviendas, y espacios cerrados destinados a la vida privada y
familiar. Algunas, como la de doña Magda, también conservan usos agrícolas: en
su solar cultiva hortalizas para autoconsumo, práctica que surgió durante la
pandemia y que se mantiene hasta hoy.
La riqueza natural de Cabrera, con el 85 % de su suelo
en zona rural y apenas el 1 % en zona urbana, ha sido clave para el uso de
materiales como la piedra, el bejuco y la tierra compactada. Técnicas como la
tapia pisada, el bahareque y la cerquería de piedra todavía sobreviven en este
pueblo de 1.604 habitantes.
Durante su trabajo de campo, el investigador también
registró estructuras asociadas con la vida campesina, como corrales, molinos,
cocinas tradicionales, ramadas y tejidos de fique. “Son expresiones materiales
de una cultura viva, en riesgo de perderse por el desconocimiento y la falta de
apropiación”, advierte.
Como alternativas para enfrentar esta amenaza, el arquitecto
Caballero propone: implementar programas de reforestación con especies nativas
en cuencas hídricas, parcelas rurales y solares urbanos; promover sistemas de
recolección y uso de aguas lluvias acordes con la esencia de la arquitectura
local; consolidar un inventario detallado de las edificaciones vernáculas del
municipio, y fortalecer programas de reparación y mantenimiento que adopten la
piedra y la tierra como insumos principales.
Magda, como muchos otros habitantes del municipio, espera
que estas medidas se materialicen pronto. “Nuestras calles de piedra también se
han ido perdiendo. Ya ni los jóvenes se interesan por conservarlas. Las
administraciones deben ayudarnos a que no se pierdan nuestras casas y
edificaciones”, puntualiza, y espera que la historia construida entre barro,
piedra y memoria campesina no se siga desdibujando.
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