Museo de Arte 2.0, una nueva ventana de la UNAL con la ciudadanía

 En la calle 20 con carrera séptima, sobre la esquina suroriental de la tradicional Plaza de Las Nieves en el centro de Bogotá, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) inauguró este 29 de octubre el Museo de Arte 2.0, un espacio que se abre para que todas las personas se encuentren en torno a la fotografía, el performance, las instalaciones, la pintura, la escultura, y en general con todo tipo de expresiones artísticas.

La muestra inaugural, titulada “Influjo material”, reúne el trabajo de 7 artistas emergentes graduados de la Facultad de Artes de la UNAL: Wilmer Latorre Quimbayo, Tatiana Garzón Farieta, Érika Lara Parga, Shantal Ramírez Cubillos, David Ricardo Moreno, Marín Bejarano Martínez y Pablo Caballero Blanco.

Desde distintas miradas, sus obras exploran el reúso, la transformación y la resignificación de los materiales cotidianos, como una metáfora de las segundas vidas posibles del arte y la materia.

Así, el Museo de Arte 2.0 nace como una extensión del campus mientras el tradicional Museo de Arte está en un proceso de mejoras, con la intención de mantener vivo el diálogo artístico de la Universidad con la ciudad.

El proyecto es liderado conjuntamente por los profesores David Lozano, director del Museo de Arte; Carlos Arturo Buriticá, director del Museo de Arquitectura Leopoldo Rother; y Diego Aguilar, director de la Escuela de Artes Plásticas, quienes buscan consolidar este nuevo espacio como un pulmón cultural en el corazón de Bogotá.

El territorio que nos habita

Tatiana Garzón Farieta, egresada de Artes Plásticas de la UNAL, presenta su obra “Caminar el instante: bitácora de un cuerpo en movimiento”, una pieza resultado de su viaje de 6 meses por Latinoamérica, en el que recorrió desde la punta sur de Argentina hasta Leticia, en el Amazonas colombiano.

“La investigación trata en parte de cómo el movimiento, cómo el andar nos permite percibir el territorio”, explica la artista. Su obra, una vívida bitácora de viaje que invita a ser pisada, incluye videos de ella bailando y observando los paisajes, proponiendo que “no solo nosotros habitamos el territorio, el territorio también nos habita”.

La artista plástica –enfocada en artes mediales, electrónica y programación, carpintería y tatuaje– traslada esta experiencia nómada al espacio cerrado del Museo mediante texturas que los visitantes pueden pisar y sentir, ya sea con calzado o descalzos. Esta es su primera exposición en un museo, por eso ella reconoce su felicidad, pues “esta experiencia me permite llegar a un público más diverso que el que normalmente accede a las muestras de grado dentro de la Universidad”, señala.

El “cacharreo” y la Universidad de la Vida

Pablo José Caballero Blanco, también artista plástico de la Institución, presenta la obra “El taller del cacharrero”, una instalación compuesta por 6 piezas, les rinde un homenaje de quienes se dedican a recolectar, reparar y reutilizar objetos impidiendo que se conviertan en desechos, resignificando el valor de una labor que a diario resuena en los barrios populares de Bogotá.

“Cada día los cacharreros intentan resucitar los objetos, reutilizarlos y revenderlos para que vuelvan a formar parte del uso cotidiano”, señala Pablo. Una de sus piezas centrales es una olla transformada en parlante con un micrófono hechizo, creado a partir de circuitos y cables de teléfono viejos.

Su formación previa en tecnología electrónica fue crucial para esta obra, pues le permitió fusionar dos mundos aparentemente distantes. Pero lo más significativo de su instalación es el concepto de “patentar” estos inventos del cacharreo. Con un “diploma” de la “Universidad de la Vida”, él certifica simbólicamente el conocimiento empírico, aquel que se gana con el trabajo y se transmite con la experiencia.

“El diploma surge de la idea de vincular una labor que está desagradecida, jugando con la burocracia que se exige al obtener títulos y certificaciones”, comenta el artista. Su obra es un poderoso comentario sobre el valor del saber popular y un reconocimiento a figuras como su propio padre, quien lo llevaba de niño a talleres mecánicos, inculcándole la filosofía de “no dejar morir las cosas”.

Una universidad que se expande

Detrás del Museo de Arte 2.0 está el profesor David Lozano, quien explica que se está aprovechando esta infraestructura de la Universidad en el centro de la ciudad, contigua a la Plazoleta de Las Nieves. El espacio albergará 3 servicios: una tienda de artes, la Librería UNAL y el Museo.

“Con este proyecto queremos tener un sitio de producción y de experimentación no solo artística, sino también de otras disciplinas. La visión a futuro es recuperar totalmente el edificio para convertirlo en un epicentro cultural. Ese cambio es una deuda que tiene la Universidad con la ciudad”, asegura el profesor.

La estrategia “terceros espacios” busca la circulación y el encuentro de públicos diversos. “Queremos hacer performances, incidir en la plazoleta de Las Nieves, integrar lenguajes urbanos y no sol el arte desde lo plástico”, agrega el académico.

La exposición “Influjo material” permanecerá abierta hasta diciembre, y para enero ya se está preparando una nueva programación. De hecho, el profesor Lozano anunció la apertura de un “banco de proyectos” que recibirá propuestas no solo de estudiantes y artistas de la UNAL, sino de la ciudadanía en general.

La ubicación de este nuevo museo es fundamental tanto para los artistas como para la UNAL. Tatiana Garzón celebra que la Universidad “saque un bracito” al centro, rompiendo la percepción de ser un espacio académico cerrado. Con el Museo de Arte 2.0 la UNAL está ampliando su mapa físico y su concepto de comunidad.










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